La búsqueda de control es un objetivo imprescindible para poder sentirnos seguros en la vida. Las emociones vienen como un reto a dominar desde el nacimiento. Cuanto más pequeño más primario e impulsivo. La necesidad y la emocionalidad regulan la vida desde que somos bebes. Ciertas partes del cerebro son las responsables del control de los impulsos, que normalmente van dirigidos por la emoción.

La tolerancia a la frustración juega un papel importante para poder desarrollar un mejor control de uno mismo. Cuando no hemos conseguido dominar nuestros impulsos ya desde edad temprana, nos encaminamos a un sin fin de problemas en la lucha por poder estar tranquilos.

La falta de control de impulsos supone no tener un filtro entre lo que uno desea y lo que uno hace. Y en sus diferentes formas supondrán un desequilibrio individual que tiene mucho que ver con un equilibrio del entorno. La importancia del control de los impulsos reside en poder relacionarnos adecuadamente con las personas que nos rodean y con nosotros mismos sin necesidad de tener que compensar o buscar ciertas formas de responder a nuestras emociones que nos dirigen. La terapia individual, de pareja y familiar cumplen una función de soporte y reconducción que ayuda a la persona que lo sufre a controlar cada vez mejor sus propios impulsos.