
Hace unos meses, quedé fascinado al leer sobre un experimento del antropólogo hispano-mexicano Santiago Genovés Tarazaga, que en 1973 decidió intentar recrear las condiciones de un secuestro (que él mismo vivió en un avión en 1972) o confinamiento donde la amenaza estaba presente y un grupo de personas (once en total, incluyéndole a él), elegidas concienzudamente, se embarcaban en una aventura dentro de una balsa que iba a cruzar el Océano Atlántico desde Las Palmas (Islas Canarias, España) hasta la Isla de Cozumel (México) en algo más de 100 días. Una de las ideas del experimento se basaba en saber por qué las personas entran en conflicto entre ellas y cómo una experiencia de convivencia en un espacio reducido, sin escapatoria, podía desarrollar la agresividad hasta el punto de generar conflictos entre ellos. Otra de las ideas que pretendía el antropólogo investigar era cómo los seres humanos somos capaces de cooperar en grupo por el bien común para sobrevivir. Todo ello bajo la premisa de que “los seres humanos, durante los momentos de crisis, sacamos partes de nosotros mismos que en otras condiciones desconocemos”. Además de todo esto, tuvo en cuenta el papel que quería que desempeñaran las mujeres en el experimento, pensando que dándole a ellas papeles más relevantes la agresividad se podría conducir mejor, y ver con ello cómo los hombres podía luchar para ganar poder en el grupo.
El experimento de la balsa del «Acali» no salió como se imaginaba nuestro científico social, pero dio luz a muchas lecturas sobre lo que supone una convivencia entre seres humanos que se ven en la necesidad de cooperar para sobrevivir. Quizá no tuvo en cuenta la influencia que él mismo generó en el grupo bajo su empeño en refutar su hipótesis sobre la violencia en el ser humano. Por momentos, para muchos de los componentes del experimento, Santiago Genovés se convirtió en una autentica “china en el zapato” con sus cuestionarios y forma de dirigir el experimento. En este “Gran Hermano” pionero, quiso mezclar hombres y mujeres de distintas procedencias para intentar crear un grupo heterogéneo que pudiera incluir razas, sexos, religiones y creencias. Con ello también buscaba fomentar las diferencias entre los miembros del grupo, esperando que entraran en conflicto casi desde el primer momento.
Experimentos como este, nos ayudan a entender la condición humana mejor. Casi sin darnos cuenta, nos encontramos en una situación parecida pero a gran escala. Hoy nuestro enemigo es un virus que no podemos identificar a simple vista. La amenaza está fuera, y sólo la vemos cuando enfermamos, pero sabemos que está ahí. Salvando las diferencias de este ejemplo con nuestras realidades, es un hecho cierto que los seres humanos, cuando tenemos que convivir en un espacio limitado, con unas necesidades distintas y durante un tiempo, generamos conflictos y choques lógicos entendiendo que “nunca llueve a gusto de todos”.
Los conflictos forman parte de nuestras vidas. No necesariamente necesitamos a los demás para entrar en conflicto, puesto que nuestra propia mente ya nos plantea conflictos internos en todo momento. Pero cuando se trata de convivir con otras personas, se suelen producir cuando cada una de las personas que conviven tienen diferentes necesidades y preferencias.
La situación de confinamiento que vivimos, nos fuerza a tener que pasar más tiempo con nuestros familiares o compañeros/as de convivencia y al mismo tiempo tener que desempeñar los mismos o más roles que antes, en un mismo lugar: seguir trabajando (online), seguir siendo padres pero más tiempo (24hr/7días), ser hijos en casa más tiempo (24hr/7días), ir a clase desde casa(online), ser pareja durante las 24hrs, ser individuo… casi nada! Y ¿Cómo se hace todo eso?
La realidad es que no existen “mantras”, como el que usaba Mary Poppins con los niños, o varitas mágicas como las que nos cuentan las novelas de Harry Potter. Lo que sí nos puede ayudar a recuperar un equilibrio en la convivencia es tener una buena actitud y poner mucho esfuerzo en trabajar para mejorar la situación. En cada casa hay una combinación única de familia, por lo que no hay fórmulas que valgan a todos. Pero sí hay unos puntos en común que podemos destacar sobre las familias que funcionan con un buen equilibrio.
Los vamos a resumir en los siguientes tips:
- Buena comunicación y buena capacidad, tanto de escucha activa como de asertividad. La comunicación es la herramienta básica para poder expresarnos y resolver problemas.
- Buena auto-regulación individual: tanto emocional como de pensamiento. Somos ejemplo para nuestros hijos e hijas, por lo que si sabemos controlarnos les estaremos dando el mejor de los modelos. También es muy importante saber regular a los demás que nos rodean.
- Capacidad de resolución de conflictos: habilidades de negociación y de consenso. El modelo que mejor resultado suele dar es el de “Ganar-ganar”.
- Liderazgo claro: que puede ser intercalado entre los padres o miembros de la pareja. Es bueno tener claros los referentes y los mensajes que se comunican. Los buenos líderes saben motivar a su equipo.
- Funcionamiento como Equipo equilibrado: donde cada persona que convive tiene asignadas unas funciones claras. Recordemos que “el todo es más que la suma de las partes”.
- Capacidad de priorizar y de analizar los resultados: distinguir lo urgente de lo importante. Poner primero lo que es primero.
- Dedicarse tiempo de calidad: entendiendo las necesidades de cada uno. Para ello es importante estar disponibles dentro de unos límites.
- Fomentar los turnos de trabajo: de modo que como equipo ambos padres puedan conciliar su trabajo con las funciones parentales.
- Dosificar la información que recibimos sobre la situación actual: de modo que no estemos constantemente hablando de lo mismo. Es bueno tener información pero nos puede intoxicar la mente si tenemos demasiada.
- Habilitar tiempos y espacios para la intimidad de cada uno: dentro del espacio en el que tenemos que convivir.
- Amor y paciencia: como elementos básicos para relacionarnos con los demás. La tolerancia y las oportunidades son necesarias para avanzar. Si tenemos que quedarnos con una de las anteriores, esta es la más importante.
Finalmente, una reflexión con la que terminar pasa por entender que la vida es constante cambio. Lo queramos o no, las cosas cambian y debemos saber que, como decía C. Darwin, en la adaptación está la supervivencia. Reinventémonos!
Rober Mengual
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